Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
A estas alturas de la utilización del móvil, aún no tengo clara la grafía castellana de esa aplicación tan útil que es el wasap. Quiero recordar que la Real Academia adoptó esta escritura, manteniendo la w inicial del inglés, aunque en minúscula, pero suprimiendo la h y la t siguientes, bajando también a minúscula la A de Ap, y dejando una sola p al final.
Un académico tan conspicuo como José María Merino, en su último libro La novela posible, escribe guasap, como yo también había propuesto hace tiempo en algún artículo.
Pues bien, dejando a un lado estas disquisiciones lingüísticas a las que soy tan aficionado, me ha movido a traer hoy a colación el wasap una peculiaridad de los contactos que archivamos en esta aplicación, y es la fotografía que muchos usuarios incluyen en su perfil.
Cuando la fotografía es un retrato de la persona en cuestión, a mí me sirve para identificarla, pues mi frágil memoria me suele jugar malas pasadas. Hace unos días me tomé el trabajo de contar los contactos que tengo almacenados en el móvil y ascienden a 252, sí, una bonita cifra capicúa. Ya sé que existen usuarios de las redes sociales que cuentan con miles de seguidores. No es mi caso, entre otras poderosas razones, porque no uso ni Twitter, ni Facebook, ni Instagram.
Pero entre esos mis 252 contactos hay familiares, amigos y conocidos que han fallecido. Dentro de las posibilidades que me ofrece mi wasap no está la de eliminar tales contactos, o al menos yo no la he encontrado.
¡Mira que si alguno de los finados me envía un mensaje desde el otro mundo! Porque el caso es que yo sí que hablo con mis más allegados, pero no a través del wasap. Y sé que cuidan de mí, lo que hace posible que recientemente haya alcanzado la no despreciable edad de 83 años que, según mi mujer, equivaldrían a los setenta y tantos de antes.
Agradezco a mis contactos que actualicen su retrato en el wasap. Otros no utilizan su efigie, sino distintas imágenes, como flores o pájaros, de lo que son muy dueños, faltaría más.
Pero, insisto, a mí me complace revivir sus rasgos físicos. Hay también quienes se acompañan de sus hijos, nietos u otros miembros de su familia. A mí esto me parece hermoso.
Durante la pandemia del coronavirus, que algunos ya dan por pasada, y los consiguientes confinamientos, un grupo de incondicionales mantuvimos la tertulia de "El libro del mes” por medio de mensajes escritos y audios del wasap. Sí, ya sé que hay un medio más cercano a lo presencial que es el Zoom y que yo mismo he usado en alguna ocasión. Pero encierra ciertas dificultades y presupone saberes que no están al alcance de todos.
No soy partidario de reenviar fotos o textos. Pero no se corten mis interlocutores y sigan haciéndome esos reenvíos. A veces sí que hay perlas que merecen la pena.
Cuando la actualidad política no nos depara más que ruido y sinsabores, contémonos por medio del wasap pormenores de nuestras vidas que siempre nos permitirán compartir alegrías y tristezas.
Pero, siempre que podamos, hablemos cara a cara con esos contactos. Omnia vincit amor: “El amor todo lo vence”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario