15 de noviembre de 2021

Embajada de dolor

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Me vino con nocturnidad, sí, pero no puedo añadir que con alevosía. Había estado ayudando a Cristina, nuestra amiga argentina que había pasado una temporada en nuestra casa, a bajar a la calle su voluminoso y pesado equipaje. De momento no sentí ningún tirón, ninguna molestia. Pero, ah, por la noche, ya en la cama, no hubo forma de conciliar el sueño: un dolor punzante en la paletilla derecha me hacía ver las estrellas, a la vez que me mareaba y revolvía…

Echo mano del socorrido Ibuprofeno y del no menos socorrido Paracetamol, que me proporcionan un alivio pasajero. Pero no encuentro postura, ni tumbado, ni sentado, que me calme. Y de pie o andando me sobreviene un mareo cercano al vértigo, que hacía tiempo que no sentía.

Las tareas más sencillas se me hacen cuesta arriba. MI mujer me trae de la farmacia una almohada eléctrica. Aplicar calor en la zona dolorida es un remedio de toda la vida…

…que, cuando acudo a Urgencias al cuarto día, la doctora incluye en el tratamiento de mi “dorsolumbalgia aguda”, junto con Fastum, un antiinflamatorio no esteroideo, Airtal, también antiinflamatorio y antirreumático, Robaxin, relajante muscular, Omeprazol y Nolotil.

¿Soy el mismo que hace solo unos pocos días llevaba una vida normal, o si quieren anormal para mis ochenta y dos años?

Yo soy aquel que ayer no más decía

el verso azul y la canción profana,

en cuya noche un ruiseñor había

que era alondra de luz por la mañana.

¿Es posible que estos versos de Rubén Darío pertenezcan a Cantos de vida y esperanza? Ahora me parece mentira la alegría que sentí hace tan solo un par de semanas cuando el médico me comunicó los buenos resultados de mis análisis.

El dolor nos avisa que la vida es frágil. Que lo que ayer nos parecía lo más natural del mundo, una simple distensión o contractura lo convierta en una montaña imposible de escalar.

La embajada del dolor nos recuerda nuestras limitaciones. Y nos avisa para que no pretendamos superarlas.

Pero sin el afán de superación nuestra vida carecería de aliciente y ni nosotros ni la humanidad progresaríamos.

Cuando se descorre el velo del dolor, asoma la luz de la esperanza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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