Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Hace
unas noches, en uno de los duermevelas que jalonan mi sueño, me vino a la
memoria una exclamación latina que más tarde averigüé que es el comienzo del
Salmo 133: “Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum”. “Mira
qué bueno y qué gratificante es habitar los hermanos en unión”.
No
he encontrado un adjetivo castellano que exprese en una sola palabra la riqueza
de “iucundum”. Lo he traducido por “gratificante”, otras traducciones emplean
“deleitoso”, pero en ambos casos no se recoge el sentido etimológico de
“iucundum”, que guarda relación con el gozo.
Si
hay algo que al salmista le llama la atención en que los hermanos vivan en
unión, en armonía, es porque esto es no solo “bonum”, “bueno”, sino también
“iucundum”, “gozoso”.
Esta
unión y esta armonía, que el salmo 133 descubre en los hermanos unidos por
lazos familiares, de sangre, yo quisiera extenderlas a todos los seres humanos,
los que convivimos en un determinado tiempo de la historia y en un concreto
lugar de la tierra.
No
esperemos a que la tragedia asole un territorio, como desde hace unos meses la
isla de La Palma, para que la fraternidad humana alcance a cuantos sufren
cualquier tipo de carencia, de pérdida, de exclusión.
Los
primeros que tendrían que preceder con el ejemplo son los gobernantes y los
políticos. Que el eslogan “no dejar a nadie atrás” sea algo más que un reclamo
electoral vacío.
Muchas
encrespadas disputas a las que nos tienen acostumbrados los diputados de los
distintos partidos en el Parlamento se disiparían si en realidad todos se
consideraran hermanos de aquellos que les han votado y que les han dado su
representación, y se esforzaran por el bien común. Una serena alegría
distendería sus gestos acres.
¿Que
esto es una utopía? ¿Qué ni siquiera en los hermanos de una misma familia hay
muchas veces unión fraternal, sino rencillas y enconos por los más diversos y,
a veces, fútiles motivos?
Tratar
a los hombres con los que nos ha tocado convivir como hermanos no solo es
bueno, es también gozoso, fuente de gozo.
Porque,
como nos recuerda otra frase de la Biblia, esta tomada de los Hechos de los
Apóstoles, 20, 35: “Hay más alegría en dar que en recibir”.
Todos
tenemos algo que compartir con los demás: con el prójimo, es decir, con
aquellos que viven más cerca de nosotros; con los amigos, con los compañeros de
trabajo, con los vecinos y conciudadanos…
Y
volviendo a los gobernantes y políticos, ellos tienen en sus manos, por
delegación del pueblo, legislar y gobernar en bien de la mayoría y, en
especial, de los más necesitados.
Si
así lo hicieran, dejando a un lado estériles partidismos e ideologías,
aparecería en sus rostros el gozo de la fraternidad y la alegría de dar.
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