7 de noviembre de 2021

El gozo de la fraternidad

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Hace unas noches, en uno de los duermevelas que jalonan mi sueño, me vino a la memoria una exclamación latina que más tarde averigüé que es el comienzo del Salmo 133: “Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum”. “Mira qué bueno y qué gratificante es habitar los hermanos en unión”.

No he encontrado un adjetivo castellano que exprese en una sola palabra la riqueza de “iucundum”. Lo he traducido por “gratificante”, otras traducciones emplean “deleitoso”, pero en ambos casos no se recoge el sentido etimológico de “iucundum”, que guarda relación con el gozo.

Si hay algo que al salmista le llama la atención en que los hermanos vivan en unión, en armonía, es porque esto es no solo “bonum”, “bueno”, sino también “iucundum”, “gozoso”.

Esta unión y esta armonía, que el salmo 133 descubre en los hermanos unidos por lazos familiares, de sangre, yo quisiera extenderlas a todos los seres humanos, los que convivimos en un determinado tiempo de la historia y en un concreto lugar de la tierra.

No esperemos a que la tragedia asole un territorio, como desde hace unos meses la isla de La Palma, para que la fraternidad humana alcance a cuantos sufren cualquier tipo de carencia, de pérdida, de exclusión.

Los primeros que tendrían que preceder con el ejemplo son los gobernantes y los políticos. Que el eslogan “no dejar a nadie atrás” sea algo más que un reclamo electoral vacío.

Muchas encrespadas disputas a las que nos tienen acostumbrados los diputados de los distintos partidos en el Parlamento se disiparían si en realidad todos se consideraran hermanos de aquellos que les han votado y que les han dado su representación, y se esforzaran por el bien común. Una serena alegría distendería sus gestos acres.

¿Que esto es una utopía? ¿Qué ni siquiera en los hermanos de una misma familia hay muchas veces unión fraternal, sino rencillas y enconos por los más diversos y, a veces, fútiles motivos?

Tratar a los hombres con los que nos ha tocado convivir como hermanos no solo es bueno, es también gozoso, fuente de gozo.

Porque, como nos recuerda otra frase de la Biblia, esta tomada de los Hechos de los Apóstoles, 20, 35: “Hay más alegría en dar que en recibir”.

Todos tenemos algo que compartir con los demás: con el prójimo, es decir, con aquellos que viven más cerca de nosotros; con los amigos, con los compañeros de trabajo, con los vecinos y conciudadanos…

Y volviendo a los gobernantes y políticos, ellos tienen en sus manos, por delegación del pueblo, legislar y gobernar en bien de la mayoría y, en especial, de los más necesitados.

Si así lo hicieran, dejando a un lado estériles partidismos e ideologías, aparecería en sus rostros el gozo de la fraternidad y la alegría de dar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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