Las palabras y la vida Quedarse en casa Alberto Martín Baró
De
nuevo, el consejo más repetido de los gobernantes durante la nevada Filomena ha
sido: “No salgan, quédense en casa”. Frente al obligado confinamiento –palabra
del año elegida por la Fundación del Español Urgente y la Real Academia
Española– del primer estado de alarma, declarado en marzo de 2020, tanto en las
Navidades de ese año como en la catástrofe causada por la nieve y las
siguientes heladas en enero de 2021, las restricciones a nuestra libertad de
movimientos solo han sido aconsejadas, no impuestas. Lo cual no ha frenado el
aumento del número de contagios, hospitalizaciones y muertes por la covid-19, y
no ha evitado los ingresos en urgencias por caídas y fracturas.
Desde
la sala de la madrileña casa de mi mujer en el Parque de las Avenidas, donde
nos ha pillado la borrasca, y donde escribo a mano este artículo, contemplo la
tarde soleada y el cielo de un azul radiante que invitan a pasear. Pero me asomo
a la terraza, y la calle aún cubierta en parte por la nieve y el hielo me
disuade del deseado paseo.
Sí
he salido esta mañana, pisando con mucho cuidado, para comprar en el cercano
súper, que ha estado cerrado todo el fin de semana y el lunes pasados, y que
todavía estaba desabastecido de algunos productos frescos. Créanme si les digo
que la limitación de la dieta alimenticia me ha causado menos disgusto que la
falta de periódicos, que no han podido distribuirse hasta el miércoles. Sí, leo
los diarios digitales, como nuestro Adelantado de Segovia, pero echo de menos la
cotidiana rutina de las noticias y los artículos en las páginas impresas en
papel, incluidos los sudokus y los crucigramas, que no veo manera de hacerlos
en la pantalla del ordenador.
Me
decía el sabio escritor y experto editor Emilio Pascual, a quien he confiado la
edición de mi último libro, una recopilación de parte de los artículos
publicados en El Adelantado durante 2019 y 2020, que el encierro por la
pandemia había suscitado o incrementado el afán de escribir y de publicar de
muchos confinados, que habían acudido a los servicios de Oportet, su editorial.
Sí, el ocio atento en clausura puede estimular nuestra creatividad.
A
las largas horas de reclusión de nuestros antepasados prehistóricos en las
cuevas magdalenienses debemos las sorprendentes figuras de bisontes y caballos
del arte rupestre en Altamira, después del cual “todo es decadencia”, según espuria
frase atribuida a Picasso.
En
El Espinar y San Rafael, mis hijos han podido salir de casa antes que nosotros y
mis nietos ir al colegio. Pero es que estos pueblos de la sierra de Guadarrama están
más acostumbrados a batallar con las nieves y los hielos y cuentan con más
medios para ello.
Mis
amigos los árboles del Parque de las Avenidas y los pinos espinariegos no
tienen dónde guarecerse y han sufrido a la intemperie los embates del temporal
Filomena. Sus daños me duelen. Pero más dolor me causan quienes no pueden
quedarse en casa... porque no la tienen.
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