17 de noviembre de 2019

El pueblo nunca se equivoca


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Insistir en las múltiples incoherencias de Pedro Sánchez es tarea inútil. No hace falta recurrir a las hemerotecas para poner de manifiesto que la palabra del aún presidente en funciones del Gobierno de “este país”, antes España, no vale nada.
Más que enumerar las innumerables veces que Sánchez ha incumplido sus promesas habría que consignar los muy escasos cumplimientos que jalonan su trayectoria política. Y aun esos casos, como puede ser la exhumación de los restos mortales de Franco del Valle de los Caídos y su posterior inhumación en el panteón familiar de Mingorrubio, hechos ciertamente prometidos por Sánchez, se han visto acompañados de flagrantes transgresiones de sus mismos compromisos. Por boca de la inefable vicepresidenta en funciones Carmen Calvo y de otros miembros del Gobierno asimismo en funciones se había asegurado que la operación de desenterrar al que fuera jefe del Estado se llevaría a cabo con total discreción. Pues bien, solo les faltó llevar una banda de música y lanzar cohetes y salvas para que las más de cuarenta cámaras de televisión retransmitieran en directo y en las horas de mayor audiencia la lúgubre ceremonia. El NO-DO de la época franquista se habría quedado en aprendiz de propaganda comparado con tamaña exhibición a mayor gloria de un personaje tan engreído como Pedro Sánchez. Que, además, ateniéndonos a sus propias declaraciones, no sería un presidente democráticamente elegido, puesto que, hasta consumado el desentierro de Franco, España no era una democracia plena.
Y, ya en el colmo de la estupidez e ignorancia históricas, declaró Sánchez solemnemente que él no reconocía a Francisco Franco como jefe del Estado. A mí no me gustan ni Lenin, ni Stalin, ni Mao Tse-Tung, ni Ho Chi Minh, ni Fidel Castro, ni Hugo Chávez, ni tantos otros gobernantes más totalitarios y mucho más funestos para sus pueblos que Franco, y no por ello niego su perniciosa realidad histórica.
Pero he afirmado al comienzo de este artículo que es inútil insistir en la absoluta falta de palabra de Sánchez. Porque, a pesar de todos los pesares, a pesar de que en las elecciones generales del pasado 10 de noviembre ha perdido 3 escaños y más de 760.000 votos con respecto a los comicios del 28 de abril, lo cierto es que ha conseguido 120 escaños y 6.752.983 votos, ganando las elecciones.
Lo que a mí me llama la atención no es que el secretario general del PSOE haya perdido apoyos entre los votantes, sino que después de sus 17 meses de desgobierno y de las incontables muestras de su ineptitud y absoluta falta de ética siga contando con más de 6.750.000 electores.
A algunos de estos votantes socialistas yo les conozco, incluso unos cuantos son amigos míos. Estoy convencido de que son buenas personas e inteligentes. ¿Seré yo el que está equivocado al rechazar la candidatura de Pedro Sánchez? Aunque tampoco comulgo con todas las propuestas de ningún otro partido. Me decantaría por seleccionar de cada formación política algunas medidas de sus programas. Pero, en conjunto, no me convence ningún partido.
¿Ha cambiado tanto Pedro Sánchez desde que en octubre de 2016 fuera expulsado de la Secretaría General del PSOE por su propia ejecutiva? Hoy esos mismos “barones” –siempre me ha chirriado esta denominación en un partido que se declara “socialista” y “obrero”– que le defenestraron guardan en público un absoluto silencio. ¡Lo que une el poder!
También se ha recalcado que Unidas Podemos ha perdido en las últimas elecciones generales más de 630.000 votos con respecto a las del 28 de abril, y que su máximo de votantes estuvo en 5.185.778 en las elecciones de 2015. Pero de nuevo en este caso lo que a mí me extraña es que siga conservando más de 3 millones de votantes.
O sea que, sumando los votos cosechados el 10 de noviembre de 1019 por el PSOE y Unidas Podemos, los dos protagonistas del preacuerdo firmado la misma noche electoral, da un total de 9.850.000, en números redondos, partidarios de un gobierno de las llamadas izquierdas. Oiga, que son muchos millones los ciudadanos que ven con buenos ojos que siga al frente del Gobierno de “este país”, antes España, un individuo como el plagiario Pedro Sánchez, de cuya palabra no se fía ni su futuro aliado y previsible vicepresidente.
He defendido en público y en privado la bondad de mis conciudadanos. Y no me considero ni mejor ni más inteligente que la mayoría de ellos. Pero también he sostenido, frente al infundado aserto de que “el pueblo nunca se equivoca”, que el pueblo a lo largo de la historia y en numerosas ocasiones se ha equivocado eligiendo a líderes que han sembrado el caos y cometido atroces genocidios en sus países y en extensas regiones del mundo. No sostengo que el futuro gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias vaya a llegar a estos extremos. Pero no olvidemos que Pablo Iglesias sigue defendiendo los principios del comunismo y a aquellos regímenes como los de Maduro y Evo Morales que lo único que traen a sus pueblos es pobreza y falta de libertad.

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