Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Estamos tan absorbidos por las noticias con que a diario nos
bombardean los medios de comunicación, y muy en especial las televisiones, que
descuidamos, o al menos yo descuido, el devenir que afecta a familiares y
amigos.
En la pasada festividad de la Virgen del Pilar, mi prima Pilar
Pérez-Soba nos invitó a mi mujer y a mí a una merienda en su casa. Hacía
bastante tiempo que no nos reuníamos para conversar tranquilamente.
Sí, los cumpleaños y los santos son ocasiones propicias para
ponernos al día de los aconteceres que jalonan las vidas de los seres queridos.
Hay quienes cultivan estas efemérides e invitan a sus allegados a compartir
encuentros, a los que algunas veces, por distintas circunstancias, no podemos
asistir.
Pues bien, estábamos en casa de mi prima Pilar, con sus
hijas Nana y María José, con Menchu, cuñada de Pilar, y su hija Inés. La
conversación se remontaba a recuerdos del pasado, unos felices y otros dolorosos.
Inevitablemente, dadas las calendas en las que nos movemos los mayores de la
reunión, hacen acto de presencia los muertos.
A Jesús Díez del Corral, marido de Pilar, amén de por sus
muchos logros profesionales en el campo del Derecho, le evocamos como campeón
de España de ajedrez y contemplamos una foto en la que aparece con el ajedrecista
campeón del mundo Anatoli Kárpov.
Menchu es viuda de Nando, hermano de Pilar, persona de gran
simpatía y sentido del humor, muy querido por mí y por mi fallecida primera
mujer Ana, con la que Nando jugaba de igual a igual a pesar de la diferencia de
edad que los separaba.
De los tiempos pretéritos pasamos a los presentes,
igualmente divididos en alegres y penosos. Me intereso por las dos hijas de
Pilar, que desde hace años residen en Santiago de Chile, casadas las dos con
sendos chilenos. Al bautizo de Ignacio, hijo mayor de Pilar hija, tuve yo
ocasión de asistir hace 26 años, claro la edad del hoy arquitecto y con trabajo
en su profesión. Ignoraba yo que Pilar hija y Gastón se habían separado, a
pesar de ser los dos personas comprometidas con las causas de los pobres y
oprimidos, y que habían compartido experiencias salvadoras en El Salvador con
mi hermano Nacho, jesuita vilmente asesinado juntamente con cinco compañeros y
dos asistentas en la Universidad Centroamericana por militares que obedecían
órdenes de las más altas e indignas autoridades de la nación.
No podemos por menos de traer a colación las protestas
civiles de los chilenos contra el presidente Piñera y las injustas
desigualdades que se viven en ese país, al que en España muchos creíamos modelo
de justicia y bienestar social. Pilar hija y sus hijos toman parte activamente
en tales protestas.
También reside y trabaja en un país extranjero, en este caso
Japón, Pablo, hijo de Pilar, casado con una japonesa adorable. Recientemente
han tenido que abandonar de modo provisional con sus hijos su casa a causa de
las inundaciones provocadas por el tifón Hagibis.
Nana y María José me toman el pelo porque el año pasado acudimos
a la celebración del cumpleaños de su madre… con un día de retraso.
Una hija de Menchu, Marta, está casada con un holandés y
ambos viven y trabajan en los Países Bajos, denominación que el gobierno de
este país trata de que prevalezca sobre la de Holanda. Marta está embarcada en
un proyecto de investigación de la Unión Europea y tiene que desplazarse a una
ciudad de Italia, de cuyo nombre no puedo acordarme. Como en este momento
tampoco soy capaz de consignar los nombres y las edades de los hijos de Marta,
a pesar de haber coincidido con ellos en alguna ocasión en la residencia de
Menchu en El Escorial.
No me olvido de Inés, valiosa profesora de Economía a
caballo entre Madrid y Zaragoza. Uno de los sacerdotes que ofician en nuestra
parroquia de San Juan Evangelista sirvió de guía en una visita que un grupo en
el que iba Inés hizo a Tierra Santa.
Me da inmensa pena no poder abarcar en mi memoria el amplio
abanico de parientes, de sus nombres y de sus vidas. Y estoy hablando tan solo
de los descendientes de mis abuelos maternos Fernando Baró y Luisa Morón. Los
dieciocho primos nos reunimos en las bodas de oro de papa Fernando y mama
Luisa, como llaman a los abuelos en Andalucía. Con la familia de mi madre,
Alicia Baró, hemos tenido más trato que con la familia de mi padre, Francisco
Javier Martín Abril.
En el duermevela de mis amaneceres, cuando a menudo rescato
del olvido nombres y figuras que durante el día se me resisten, rememoro
cuántos hijos tuvieron las hermanas y el hermano de mi madre y cómo se llaman
los que viven o llamaron los que murieron. Si de los hijos desciendo a los
nietos, o sea los bisnietos de mis abuelos, ya la tarea se torna prácticamente
inabordable.
Me hago el propósito de estar más atento, al margen de la
ruidosa actualidad, a los gozos y las sombras de mis familiares y amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario