6 de octubre de 2019

Los jóvenes y el cambio climático


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

No creo que los gobernantes de los países más industrializados hagan caso a las protestas de los millones de jóvenes que se han manifestado en las calles contra el cambio climático. En todas las Cumbres sobre el Clima se ha venido acordando limitar las emisiones de CO2 a la atmósfera, una de las causas a las que se atribuye dicho cambio, en unos porcentajes que luego casi nunca se han cumplido. Y no se han cumplido por la sencilla razón de que ningún país está dispuesto a renunciar a su desarrollo económico, a mantenerlo los países desarrollados y a alcanzarlo los países en vías de desarrollo. El desarrollo económico está vinculado en una medida considerable a la gran industria, que es una de las principales fuentes de contaminación.
Dentro de esta responsabilidad generalizada en el deterioro del medio ambiente, no son en la actualidad los países capitalistas los mayores responsables de la contaminación de nuestro planeta. China, con sus 1.392.730.000 de habitantes en 2018, es hoy el principal contaminador de las aguas por residuos plásticos no reciclados. Claro que China, sin renunciar al comunismo como sistema político, ha adoptado en cierto grado el capitalismo para su desarrollo económico, industrial y comercial.
Ahora bien, el desarrollo que el capitalismo ha hecho posible en los países democráticos de la Unión Europea, en Estados Unidos y Canadá, en Nueva Zelanda y Australia, entre otros, les ha permitido también tomar medidas contra la contaminación del aire y de las aguas, y reciclar plásticos y otros residuos.
Pero a los jóvenes les mueven las grandes causas, como la lucha contra el cambio climático y el calentamiento global, que, según se les ha adoctrinado, ponen en peligro inminente la supervivencia del planeta Tierra.
Cambios climáticos los ha habido siempre, que conozcamos, a lo largo de la historia geológica de miles de millones de años. Esos cambios del clima no se han debido a la acción del hombre, con sus reducidos medios de dominio de la naturaleza. Fueron causados, y en gran parte lo siguen siendo, por los ciclos del Sol, que desencadenaron glaciaciones o calentamientos y deshielos.
En lo que sí parece que coinciden los científicos es que tales cambios, propiciados hoy por los poco controlados y poderosos medios de producción agrícola e industrial, se producen actualmente con mayor rapidez.
Es fácil y confortante para los jóvenes echarse a la calle y protestar contra los gobernantes y contra las generaciones de sus mayores que han puesto en peligro la supervivencia de la especie humana sobre la Tierra. Y está bien que se manifiesten.
Pero ¿están esos jóvenes dispuestos a renunciar, por ejemplo, a sus móviles, tabletas y demás artilugios sin los que ya no saben vivir, y que son causantes de las Guerras del Coltán en África Central para proveernos de tantalio, columbio y otros minerales necesarios para la fabricación de tales aparatos tecnológicos?
¿Cuántos de los airados jóvenes manifestantes reciclan o reutilizan los plásticos de envases y botellas, el vidrio, el papel, la ropa usada, utilizando los contenedores instalados en calles y plazas?
¿Y cuántos limpian los residuos que dejan después de celebrar sus botellones y otros esparcimientos?
¿Saben estos jóvenes lo que contaminan con atronadores decibelios y cegadoras iluminaciones los macroconciertos masivos a los que son tan aficionados?
Claro que me preocupa la salvaguardia del medio natural. Y celebro las medidas que se tomen para reducir las emisiones contaminantes de los aviones, los coches y las calefacciones. ¿Pero estamos conformes con prescindir de buena gana de las comodidades que nos brindan los medios de transporte, los calefactores y los aparatos de aire acondicionado?
Entro a comprar en el supermercado del barrio. Están, por un lado, las bolsas de plástico, que los comerciantes según reciente normativa tienen la obligación de cobrarnos. Yo llevo mi bolsa reciclable, equivalente al antiguo capacho. Y admiro a los estadounidenses que veo en las películas cargados con sus bolsas de papel. Pero luego la mayor parte de los alimentos y demás productos se sirven en envases, bandejas y bolsas igualmente de plástico. Como de plástico son los tubos, las cajas y los tarros en los que se expenden los medicamentos en las farmacias.
Llevará tiempo, si es que se consigue alguna vez, sustituir los plásticos por otros materiales menos contaminantes.
El futuro de nuestro planeta y de nuestra civilización no se salva con manifestaciones multitudinarias, ni culpabilizando siempre a otros de unos males a los que nosotros no estamos dispuestos a poner remedio en lo que está en nuestras manos.
El futuro, hoy más que nunca, depende de la inteligencia del ser humano, de los avances de la ciencia, de la investigación. Ciencia e investigación que, a su vez, dependen de la educación y de los estudios de esos jóvenes manifestantes.

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