17 de agosto de 2017

Vigencia de los crucigramas

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Creía yo que éramos una especie en riesgo de extinción los aficionados a hacer crucigramas. Hacerlos, puntualizo, en el sentido de resolverlos, no de crearlos, lo que siempre me ha parecido de una dificultad supina.
Pues estaba muy equivocado. Pregunto en diferentes quioscos si siguen vendiendo cuadernillos con pasatiempos del tipo de las palabras cruzadas, y me aseguran que tales publicaciones en papel tienen una venta considerable, sin llegar a los millones de ejemplares que, según me informan distintas fuentes, encuentran consumidores en Estados Unidos.
Lo cual tiene su mérito, habida cuenta de que raro es el diario o la revista que no incluya en sus páginas una sección de pasatiempos, entre los que figuran, junto al inevitable y más reciente sudoku, los clásicos crucigramas y autodefinidos. El Adelantado de Segovia no es una excepción en esta regla generalizada.
O sea que las palabras cruzadas de toda la vida han aguantado el tipo frente a la invasión de los juegos digitales.
Veo en imágenes color sepia a mi madre y a mi suegra entregadas a la absorbente tarea de rellenar los recuadros de crucigramas elaborados por Ocón de Oro.
Médicos y educadores insisten en el valor que estos pasatiempos encierran para mantener despierta nuestra mente, ejercitar la memoria y atajar el Alzheimer, a la vez que enriquecen nuestro vocabulario, pobre sobre todo en los jóvenes.
La habitación de mi hijo Guillermo, adolescente entonces, en nuestro chalet de El Espinar, daba al jardín de tres hermanas mayores, con las que nos unía algún parentesco y, sobre todo, una gran amistad. Contaba Guillermo cómo la más joven de las tres hacía a las otras dos preguntas del tipo “¿Con quién se casó fulano?”, o “¿Cuántos hijos tuvo menganita?”, o “¿Cómo se llama la cuñada de zutano?”. Y la interrogadora apostillaba con “Muy bien” o “Muy mal” las respuestas. Sí, era una forma de activar las neuronas, que con los años pierden reflejos y conexiones.
Una variedad de los pasatiempos con palabras que a mí me gustaba especialmente eran los damerogramas o dameros, apodados “malditos” por la, además de autora de los mismos, insigne actriz, Conchita Montes. Al resolverlos, se formaba una frase de un literato u otro personaje famoso además de su nombre. Quiero recordar que, en otros casos, el resultado era un texto de la Constitución Española de 1978, junto con el artículo al que pertenecía.
Los inventores de crucigramas –no los llamo crucigramistas, pues así se denominan también los que los resolvemos– suelen utilizar, además de palabras de uso común, de mayor o menor dificultad, otras que yo solo he hallado en esta clase de pasatiempos. Los ejemplos son muy numerosos.
¿Han leído ustedes en algún escrito u oído a alguien utilizar el verbo “iterar” con el significado de repetir? “Reiterar”, de la misma raíz, sí es más usado.
La definición de “Extremo inferior y más grueso de la entena” hoy sé que corresponde al vocablo “car”, pero tuve que consultar el diccionario para averiguar que “entena” –¡ojo, no antena!– es la verga de las velas latinas.
Cuando en la Editorial Santillana estábamos preparando el Diccionario Esencial, con el asesoramiento del académico de la Lengua Gregorio Salvador, este juzgó que no debía incluirse en este léxico destinado a jóvenes estudiantes el término “tas”. Yo le pregunté a don Gregorio si hacía crucigramas, a lo que me contestó que no. Cualquier crucigramista con alguna experiencia sabe que tal vocablo significa “Yunque pequeño de platero”.
La voz “isa”, canción y baile típicos de Canarias, me temo que no la conozcan muchos españoles de fuera de las Islas Afortunadas, si no son adictos a los crucigramas.
Inane, ido, leso, lar, Ra, ros, ca, uro, ucase, son otras tantas palabras, más o menos cultas, favoritas –dicho sea sin ningún ánimo de crítica– de los autores de crucigramas. A los que, desde estas líneas, quiero expresar mi admiración y sincero agradecimiento.

Porque los crucigramas, a diferencia de las bicicletas, no son solo para el verano, sino para cualquier época del año.    

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