8 de agosto de 2017

Posverdad

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

El Diccionario Oxford declaró el término post-truth palabra del año 2016, en el contexto del referéndum británico sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea o la ruptura con la misma, y de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
El propio Diccionario Oxford define post-truth, cuya traducción al español puede ser perfectamente “posverdad”, como “lo relativo a las circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos en la opinión pública que las emociones y las creencias personales”.
Según Oxford, el término fue usado por primera vez en un artículo de Steve Tesich que apareció en 1992 en la revista The Nation, en el que, a propósito de la Primera Guerra del Golfo, Tesich se lamentaba de que “nosotros, como pueblo libre, hemos decidido libremente que queremos vivir en una especie de mundo de la posverdad”, o sea en un mundo en el que la verdad, la realidad, ya no importa.
El prefijo post- compone en español muchos derivados en los que añade el significado de “detrás” o “después de”. La Real Academia recomienda la forma simplificada pos-, por la dificultad de pronunciar la t cuando va seguida de otra consonante: posgrado, posdata, posindustrial. Solo en los casos en que este prefijo se une a palabras que comienzan por s se aconseja conservar la t: postsocialismo, postsurrealismo.
Además, de acuerdo con la norma académica, los prefijos se escriben unidos a la palabra que acompañan, sin necesidad de guión intermedio.
Pero vayamos al significado de posverdad. Con este vocablo se indica no solo que algo es posterior en el tiempo a la verdad, sino que de algún modo esta es superada o deja de ser relevante.
En el mundo de la comunicación, la posverdad se refiere a aquella información o aseveración que deja de basarse en hechos objetivos y apela a las emociones, a las creencias o a los deseos del público.
De ahí que la posverdad aluda a un pensamiento muy querido de los populismos y los nacionalismos de todo tipo.
En distintos momentos de la historia de la filosofía se han dado actitudes propias del subjetivismo idealista que afirman que la existencia de la realidad se reduce a las percepciones y formas de pensamiento del sujeto, y que no es independiente de ellas. “Esse es percipi”, “Ser es ser percibido”, sostenía en el siglo XVIII el filósofo irlandés George Berkeley.
¿Por qué la realidad ha de arruinar al político una construcción ideológica, una manera de influir en los ciudadanos, en el pueblo, en el que reside para los sistemas democráticos la soberanía? De ahí a la ficción o a la mentira como forma de actuación política no hay más que un paso.
Sin embargo, los hechos son a menudo tozudos y acaban por demoler las visiones basadas en las emociones o los deseos de los individuos.
¿No están ya muchos británicos arrepintiéndose de haber votado el brexit?
Las destituciones y los abandonos de políticos catalanes menos fervorosos con el proceso secesionista promovido por el gobierno de la Generalidad hablan a las claras de que la identidad como nación diferente al resto de las comunidades autónomas de España pesa menos que las consecuencias negativas que en todos los órdenes se seguirían de consumarse la desconexión y la independencia de Cataluña, muy en especial las que afectan al bolsillo, al patrimonio económico del sujeto.
Pintar con tintes sombríos la realidad social, educativa, sanitaria, económica de España, como hacen los populistas de una izquierda radical, prometiendo si ellos llegan al cielo del poder un paraíso en la tierra, no se compagina bien con las muchas bondades de que disfrutamos hoy día los españoles.
Si no, que se lo pregunten a los miles de inmigrantes que se juegan la vida en frágiles pateras por arribar a nuestras costas y ser admitidos en nuestra, desde luego mejorable, pero incomparablemente mejor que la de sus países de procedencia, sociedad del bienestar.

En registro de humor, y en el contexto de la reciente comparecencia como testigo del presidente Rajoy en la Audiencia Nacional, mi colega articulista en la última página de ABC Ignacio Ruiz-Quintano afirmaba que la pregunta del tribunal a Rajoy debería haber sido: “¿Jura usted decir la posverdad, toda la posverdad y nada más que la posverdad?”. 

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