Las
palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Me pregunto cuál o
cuáles de las actuaciones y propuestas de Pedro Sánchez ha hecho avanzar al
PSOE en intención de voto según la última encuesta del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS) realizada en julio de 2017 y hecha pública
el pasado 4 de agosto. El Partido Popular, aunque ganaría las elecciones,
reduce su ventaja sobre el PSOE a 3,9 puntos, mientras que en el barómetro de
abril era de 11,6 puntos.
Aunque hay que dar a
las encuestas el valor que tienen, a saber, muy relativo, no hay duda de que
algo ha cambiado en la percepción que los votantes de izquierda tienen del PSOE
después de la victoria de Pedro Sánchez en las primarias socialistas. ¿Habrá
revertido el secretario general del PSOE su trayectoria de perdedor o, si
quieren, de ganador solo en el ámbito interno del partido, y aun eso no
siempre?
Cuando Pedro Sánchez
declara una y otra vez su intención prioritaria de arrojar a Mariano Rajoy de
la presidencia del Gobierno, a muchos dentro y fuera del PSOE les gustaría que
se propusiera ganar las elecciones generales, lo que hasta hoy no ha
conseguido, ni siquiera en los pronósticos más favorables.
Sí ha logrado, hay
que reconocerlo, unir a un PSOE que estaba dividido en banderías y facciones,
eliminando con mano de hierro cualquier asomo de disidencia o discrepancia y
apartando sin contemplaciones a los disidentes o discrepantes. Algunos de
ellos, en lugar de resignarse a las tinieblas de la relegación –fuera hace
mucho frío–, se han pasado con armas y bagaje al bando del hoy por hoy
vencedor.
Si del terreno de los
hechos nos movemos al de las propuestas, no puede por menos de llamar la
atención la resolución del 39 Congreso Federal del PSOE referente a la
plurinacionalidad, que como toda resolución congresual es “de obligado
cumplimiento”.
Desde que el
expresidente José Luis Rodríguez Zapatero manifestara que nación es “un
concepto discutido y discutible” –en lo cual no le falta razón, a la vista del
debate que desde la Constitución Española de 1978 y en su misma gestación no ha
cesado de producirse–, no sabemos a ciencia cierta qué entendemos cuando
hablamos de nación. ¿Nos referimos al “Conjunto de los habitantes de un país
regido por el mismo Gobierno”, según define nación el Diccionario de la Real
Academia Española (DRAE) en primera acepción, o como lo hace en segunda
acepción, al “Territorio de una nación”, o en tercera acepción, al “Conjunto de
personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen
una tradición común”? En cualquiera de estas acepciones, el término nación
podría aplicarse prácticamente a todas la Comunidades autónomas españolas, de
malhadada invención por inútiles y costosas.
Para acabar de
complicar las cosas, la misma Constitución de 1978 introdujo y consagró la
denominación de “nacionalidad” para designar a aquellas Comunidades autónomas a
las que, en su Estatuto, se les reconoce una especial identidad histórica y
cultural. El DRAE no tuvo más remedio que incluir esta definición en el lema
“nacionalidad”, junto a “Condición y carácter peculiar de los pueblos y
habitantes de una nación”, y “Vínculo jurídico de una persona con un Estado,
que le atribuye la condición de ciudadano de ese Estado en función del lugar en
que ha nacido, de la nacionalidad de sus padres, o del hecho de habérsele
concedido la naturalización”.
Así, cuando el PSOE
de Pedro Sánchez impone la obligatoriedad de aceptar para España el concepto de
plurinacionalidad, o de nación de naciones, ¿cómo puede una nación incluir a
otras naciones? Si se trata de un mismo concepto de nación, tal aserto carece
de toda lógica. Y si damos al término nación distinto significado según designe
al todo o a las partes, ¿cuál es ese todo y cuáles son las partes?
Dudo mucho de que la
imposición del concepto de plurinacionalidad haya pesado en el ánimo de los
encuestados por el CIS para decantar hacia el PSOE su intención de voto. Menos
aún satisfará a los nacionalistas independentistas que sus naciones sean
equiparadas al resto de Comunidades autónomas Y estas no podrán por menos de
considerarse discriminadas frente a las llamadas “nacionalidades históricas”.
Menudo galimatías. Fuente de un trato desigual, que no creo que sea lo que
sostenga un partido que se pretende socialista e igualitario.
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