12 de febrero de 2023

Cambiar de vida

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Se me ha ocurrido pensar si podría yo cambiar de vida. Si sería capaz de alterar la rutina diaria.

Expertos en el sueño aconsejan mantener un cierto horario para acostarse y levantarse. Yo procuro hacerlo, aunque con flexibilidad y dependiendo de los imponderables del insomnio.

El ritual de un poco de gimnasia, del afeitado, de la ducha y del desayuno sigue unas pautas fijas.

Después voy a la compra diaria. No me convence comprar para toda la semana o para varios días, pues el pan y el periódico han de ser del día en curso. Familiares cercanos nos reprochan tener el frigorífico poco abastecido, de la Unión Soviética…

Leer el periódico y hacer el sudoku y los crucigramas me ocupa buena parte de la mañana. Luego hay que preparar la comida, cuando me toca, pues nos turnamos mi mujer y yo. O nos vamos a comer a alguna de las cafeterías cercanas.

Llamo “la cabezada” a descabezar un breve sueño reclinado en el sofá. Le sigue el cine de sobremesa, si dan en la tele alguna película que merezca la pena.

Como todos los médicos nos recomiendan andar, pues a media tarde salimos a dar un paseo y a merendar: mi mujer es una señora que merienda y yo la acompaño.

“Pasapalabra” y el informativo de las 9:00 preceden a la cena. Y la sigue sesión de lectura o escritura.

Claro que estas pautas se ven reemplazadas por otras cuando hacemos vida social, asistimos a presentaciones de libros, vamos a El Espinar a ver a mis nietos, a participar en la tertulia “El libro del mes”, a celebrar algún cumpleaños…

Cuando me preguntaba al comienzo de este blog si sería capaz de cambiar de vida pensaba en dedicarme a hacer algo en serio por el prójimo. ¡Qué sé yo! Cuando oigo los llamamientos de Jesús en el evangelio de los domingos, pienso que voy a presentarme con las manos vacías en el día del juicio, cuando me examinen en el amor.

A estas alturas de la vida, busco disculpas para no hacer ningún cambio radical. Incluso recurro al principio teológico de que la salvación se nos dará por la gracia de Dios y por la redención de Jesucristo, no por nuestras buenas obras.

¿Me valdrá la dedicación a los más próximos, a los cercanos? No sé. Excusas de mal pagador.

 

 

 

 

 

 

 

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