17 de septiembre de 2021

Línea imagen

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Guillermo Martín Bermejo, mi hijo, autor del libro Línea imagen que se ha presentado el pasado 16 de septiembre en la librería Gaudí de Madrid, fue un mal estudiante. En Viaje de invierno, la autobiografía que escribió a los cuarenta y cinco años, refiere con una angustia que nunca le abandonó el horror que supusieron para él las horas interminables encerrado en aulas prisiones con profesores ineptos que no lograron suscitar su interés ni siquiera por asignaturas como la lengua y la literatura, la historia y el arte más cercanas a su mundo de niño y adolescente ya rebelde y disconforme.

Me gustaría que esos profesores vieran cómo ha crecido en todos los órdenes de la cultura y de la escritura aquel alumno al que ellos suspendían. Cuenta el propio Guillermo en la citada obra autobiográfica que él fue como Jean Cocteau el niño que se reserva para tareas secretas y que anda sonámbulo en clase. Hoy es asesor de la Fundación Jean Cocteau de Menton, su lugar de residencia desde diciembre del año pasado. Asimismo, las calificaciones del joven bachiller Antonio Machado, que aún se conservan en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid donde estudió, nos permiten descubrir que el gran poeta de la Generación del 98 suspendió varias asignaturas.

Aunque Guillermo declara que nos debe agradecer a nosotros sus padres, única y exclusivamente, la educación que tiene, puede que en un principio así fuera. Pero muy pronto su madre y yo pudimos comprobar que, sin renunciar a los escritores, a los compositores, a los directores de cine y a los cantantes de nuestra preferencia, él leía a autores, escuchaba músicas y veía películas que, en muchos casos, a nosotros ni siquiera nos sonaban de nombre.

Línea imagen es el segundo libro publicado de Guillermo. Pero no es, ni mucho menos, su segunda escritura. Con ocasión de sus numerosas exposiciones y de otras actividades, Guillermo ha escrito pequeños y no tan pequeños textos introductorios, comentarios e impresiones que ya denotaban un dominio de la expresión escrita llena de sugerente capacidad de comunicación.

En las páginas iniciales del libro Línea imagen, en el epígrafe “Sobre el autor”, se traza un breve retrato de Guillermo en su trayectoria como artista y, especialmente, como dibujante.

En mi casa de El Espinar, en la que él ha vivido durante los últimos años antes de trasladarse a Menton, cuelgan numerosas obras suyas en las que puede descubrirse su evolución tanto en la técnica como en el contenido y en los soportes, hasta centrarse en el dibujo a lápiz exclusivamente en negro, sin color, o a lo sumo con algún rasgo o motivo en rojo o magenta, como puede apreciarse en la cubierta del libro Línea imagen.

El lápiz es la herramienta con la que el artista artesano que es Guillermo traza sus retratos y sus composiciones con escenas y escenarios realistas u oníricos.

Y cuando el dibujo, la línea y la imagen, ya no le bastan para expresar lo que piensa, siente y vive, recurre a la palabra, que es también línea e imagen.

Como editor, escritor y traductor, he trabajado toda mi vida con la palabra. Y, sin pasión de padre, o con ella, puedo afirmar que Guillermo domina el arte sutil de la prosa y del verso, sin que la artificial distinción de géneros literarios le suponga un impedimento para escribir sin ataduras, con admirable riqueza de epítetos, voces, resonancias, recuerdos, visiones de lo que presencia, de lo que imagina y de lo que sueña.

Acierta a describir y a sugerir. Me atrevería a comparar algunos poemas de este poemario con los haikus japoneses, si no fuera porque en estos existe una estricta medida de las sílabas de cada verso. Valga como ejemplo el poema “En el paseo marítimo”:

“La pequeña señora japonesa,

diminuta crisálida de sí misma,

tiene un jardín de flores frente al mar.”

La envoltura de esta riqueza poética es una bellísima y cuidada edición, por la que debo felicitar a los responsables de la editorial Cántico. El papel, el tipo y el cuerpo de la letra, el formato elegido, hacen de la lectura de Línea imagen un placer. Y los editores se han atrevido a dejar en blanco las páginas pares, con lo que solo hay que detenerse en las impares para disfrutar del poemario.

Y ¿por qué es poesía Línea imagen? Porque nos traslada a la región etérea de la luz, a las sombras solitarias de la noche, al Dios deseante y deseado de Juan Ramón, a la rosaleda del Parque del Oeste, al mar del sol madrugador, a la presencia de la madre que le arreglaba el embozo de la cama, a las rosas del jardín y al botón de oro del monte.

Termino con una cita. En el poema “Palabra” hay un reflejo de la experiencia del poeta Guillermo.

“Me he encontrado a solas con la palabra.

He hablado con ella y al fin ha entendido

mi susurro.

La palabra y yo nos buscábamos hace tiempo

y ahora que nos comprendemos

viviremos juntos en la misma casa”.

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