Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Guillermo
Martín Bermejo, mi hijo, autor del libro Línea
imagen que se ha presentado el pasado 16 de septiembre en la librería Gaudí
de Madrid, fue un mal estudiante. En Viaje
de invierno, la autobiografía que escribió a los cuarenta y cinco años,
refiere con una angustia que nunca le abandonó el horror que supusieron para él
las horas interminables encerrado en aulas prisiones con profesores ineptos que
no lograron suscitar su interés ni siquiera por asignaturas como la lengua y la
literatura, la historia y el arte más cercanas a su mundo de niño y adolescente
ya rebelde y disconforme.
Me
gustaría que esos profesores vieran cómo ha crecido en todos los órdenes de la
cultura y de la escritura aquel alumno al que ellos suspendían. Cuenta el propio
Guillermo en la citada obra autobiográfica que él fue como Jean Cocteau el niño que se reserva
para tareas secretas y que anda sonámbulo en clase. Hoy es asesor de la
Fundación Jean Cocteau de Menton, su lugar de residencia desde diciembre del
año pasado. Asimismo, las calificaciones del joven bachiller Antonio Machado,
que aún se conservan en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid donde estudió,
nos permiten descubrir que el gran poeta de la Generación del 98 suspendió
varias asignaturas.
Aunque
Guillermo declara que nos debe agradecer a nosotros sus padres, única y
exclusivamente, la educación que tiene, puede que en un principio así fuera.
Pero muy pronto su madre y yo pudimos comprobar que, sin renunciar a los
escritores, a los compositores, a los directores de cine y a los cantantes de
nuestra preferencia, él leía a autores, escuchaba músicas y veía películas que,
en muchos casos, a nosotros ni siquiera nos sonaban de nombre.
Línea imagen es el segundo libro publicado de Guillermo. Pero no
es, ni mucho menos, su segunda escritura. Con ocasión de sus numerosas
exposiciones y de otras actividades, Guillermo ha escrito pequeños y no tan
pequeños textos introductorios, comentarios e impresiones que ya denotaban un
dominio de la expresión escrita llena de sugerente capacidad de comunicación.
En
las páginas iniciales del libro Línea
imagen, en el epígrafe “Sobre el autor”, se traza un breve retrato de
Guillermo en su trayectoria como artista y, especialmente, como dibujante.
En
mi casa de El Espinar, en la que él ha vivido durante los últimos años antes de
trasladarse a Menton, cuelgan numerosas obras suyas en las que puede descubrirse
su evolución tanto en la técnica como en el contenido y en los soportes, hasta
centrarse en el dibujo a lápiz exclusivamente en negro, sin color, o a lo sumo
con algún rasgo o motivo en rojo o magenta, como puede apreciarse en la
cubierta del libro Línea imagen.
El
lápiz es la herramienta con la que el artista artesano que es Guillermo traza
sus retratos y sus composiciones con escenas y escenarios realistas u oníricos.
Y
cuando el dibujo, la línea y la imagen, ya no le bastan para expresar lo que
piensa, siente y vive, recurre a la palabra, que es también línea e imagen.
Como
editor, escritor y traductor, he trabajado toda mi vida con la palabra. Y, sin
pasión de padre, o con ella, puedo afirmar que Guillermo domina el arte sutil
de la prosa y del verso, sin que la artificial distinción de géneros literarios
le suponga un impedimento para escribir sin ataduras, con admirable riqueza de
epítetos, voces, resonancias, recuerdos, visiones de lo que presencia, de lo
que imagina y de lo que sueña.
Acierta
a describir y a sugerir. Me atrevería a comparar algunos poemas de este
poemario con los haikus japoneses, si no fuera porque en estos existe una
estricta medida de las sílabas de cada verso. Valga como ejemplo el poema “En
el paseo marítimo”:
“La pequeña señora japonesa,
diminuta crisálida de sí misma,
tiene
un jardín de flores frente al mar.”
La
envoltura de esta riqueza poética es una bellísima y cuidada edición, por la
que debo felicitar a los responsables de la editorial Cántico. El papel, el
tipo y el cuerpo de la letra, el formato elegido, hacen de la lectura de Línea imagen un placer. Y los editores
se han atrevido a dejar en blanco las páginas pares, con lo que solo hay que
detenerse en las impares para disfrutar del poemario.
Y
¿por qué es poesía Línea imagen?
Porque nos traslada a la región etérea de la luz, a las sombras solitarias de
la noche, al Dios deseante y deseado de Juan Ramón, a la rosaleda del Parque
del Oeste, al mar del sol madrugador, a la presencia de la madre que le
arreglaba el embozo de la cama, a las rosas del jardín y al botón de oro del
monte.
Termino
con una cita. En el poema “Palabra” hay un reflejo de la experiencia del poeta
Guillermo.
“Me
he encontrado a solas con la palabra.
He
hablado con ella y al fin ha entendido
mi
susurro.
La
palabra y yo nos buscábamos hace tiempo
y
ahora que nos comprendemos
viviremos
juntos en la misma casa”.
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