8 de marzo de 2021

Las primeras y los primeros

 

Las palaras y la vida

Alberto Martín Baró


No soy partidario del cansino y generalmente innecesario desdoblamiento de un sustantivo o de un adjetivo en su género masculino y femenino. Pero, al titular este artículo, he preferido hacerlo, porque voy a referirme casi exclusivamente a seres del género femenino y a mujeres.

En esas avanzadillas de la primavera que nos han visitado a finales de febrero, al entrar en el jardín de mi casa espinariega después de larga ausencia, me han saludado las primeras flores, unas tímidas vincas que se asoman entre las hojas y que me recuerdan a las violetas. También descubro, esparcidas por el césped, unas pequeñas margaritas, precursoras del buen tiempo.

Me gustan estos anticipos y los califico de primeras flores, porque preceden en el tiempo a las que más tarde aparecerán, las lilas, las celindas, las rosas…

Voy de paseo con mis nietos por el cordel de los Pastores en San Rafael, que está muy concurrido por coches, motos, bicicletas y familias con niños que buscan el sol, y nos salen al paso las primeras mariposas.

Este año, ya digo por mi ausencia, no he asistido a la llegada de las cigüeñas, así que no puedo decir si, a pesar de las nieves, se han dejado ver por san Blas, el 3 de febrero. En cualquier caso, ya revolotean y se posan en el tejado de la iglesia de San Eutropio.

Tienen prestigio los acontecimientos que preceden en el tiempo a otros. Y los comentamos con amigos y conocidos: “He visto las primeras vincas, las primeras margaritas y las primeras mariposas”. No quiere decir esta precedencia temporal que superen en belleza u otra cualidad a aquellas que las seguirán. Pero ser o llegar el primero, ocupar el primer puesto, puede encerrar también el significado de ganar una competición, subirse a lo más alto del podio, o encabezar la lista de libros más vendidos.

En El infinito en un junco, nos informa su autora, Irene Vallejo, de que:

«La historia de la literatura empieza de forma inesperada. El primer autor del mundo que firma un texto con su propio nombre es una mujer. Mil quinientos años antes de Homero, Enheduanna, poeta y sacerdotisa, escribió un conjunto de himnos cuyos ecos resuenan todavía en los Salmos de la Biblia. Los rubricó con orgullo. […] Cuando los estudiosos descifraron los fragmentos de sus versos, perdidos durante milenios y recuperados solo en el siglo XX, la apodaron “la Shakespeare de la literatura sumeria”, impresionados por su escritura brillante y compleja». O sea, que en este caso al hecho de ser la primera autora con nombre propio en el tiempo se une la excelencia de brillar con una primera categoría. Como, por cierto, también lleva meses en el primer puesto de los libros más vendidos de no ficción esta joya que es El infinito en un junco.

Entre mis familiares y conocidos soy el primero en haber recibido la vacuna contra la covid-19. Lo cual no significa ninguna preeminencia, sino simplemente que soy más viejo.

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