Las palaras y la vida
Alberto Martín Baró
No
soy partidario del cansino y generalmente innecesario desdoblamiento de un
sustantivo o de un adjetivo en su género masculino y femenino. Pero, al titular
este artículo, he preferido hacerlo, porque voy a referirme casi exclusivamente
a seres del género femenino y a mujeres.
En
esas avanzadillas de la primavera que nos han visitado a finales de febrero, al
entrar en el jardín de mi casa espinariega después de larga ausencia, me han
saludado las primeras flores, unas tímidas vincas que se asoman entre las hojas
y que me recuerdan a las violetas. También descubro, esparcidas por el césped,
unas pequeñas margaritas, precursoras del buen tiempo.
Me
gustan estos anticipos y los califico de primeras flores, porque preceden en el
tiempo a las que más tarde aparecerán, las lilas, las celindas, las rosas…
Voy
de paseo con mis nietos por el cordel de los Pastores en San Rafael, que está
muy concurrido por coches, motos, bicicletas y familias con niños que buscan el
sol, y nos salen al paso las primeras mariposas.
Este
año, ya digo por mi ausencia, no he asistido a la llegada de las cigüeñas, así
que no puedo decir si, a pesar de las nieves, se han dejado ver por san Blas,
el 3 de febrero. En cualquier caso, ya revolotean y se posan en el tejado de la
iglesia de San Eutropio.
Tienen
prestigio los acontecimientos que preceden en el tiempo a otros. Y los
comentamos con amigos y conocidos: “He visto las primeras vincas, las primeras
margaritas y las primeras mariposas”. No quiere decir esta precedencia temporal
que superen en belleza u otra cualidad a aquellas que las seguirán. Pero ser o
llegar el primero, ocupar el primer puesto, puede encerrar también el
significado de ganar una competición, subirse a lo más alto del podio, o
encabezar la lista de libros más vendidos.
En
El infinito en un junco, nos informa su autora, Irene Vallejo, de que:
«La
historia de la literatura empieza de forma inesperada. El primer autor del
mundo que firma un texto con su propio nombre es una mujer. Mil quinientos años
antes de Homero, Enheduanna, poeta y sacerdotisa, escribió un conjunto de
himnos cuyos ecos resuenan todavía en los Salmos de la Biblia. Los rubricó con
orgullo. […] Cuando los estudiosos descifraron los fragmentos de sus versos,
perdidos durante milenios y recuperados solo en el siglo XX, la apodaron “la
Shakespeare de la literatura sumeria”, impresionados por su escritura brillante
y compleja». O sea, que en este caso al hecho de ser la primera autora con
nombre propio en el tiempo se une la excelencia de brillar con una primera
categoría. Como, por cierto, también lleva meses en el primer puesto de los
libros más vendidos de no ficción esta joya que es El infinito en un junco.
Entre
mis familiares y conocidos soy el primero en haber recibido la vacuna contra la
covid-19. Lo cual no significa ninguna preeminencia, sino simplemente que soy
más viejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario