Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Para
evitar el fenómeno del “déjà vu”, o del “tabarrón”, del independentismo
catalán, muchos comentaristas políticos se esfuerzan por ofrecer puntos de
vista originales sobre las elecciones de la Generalitat del pasado 14 de
febrero.
Yo
procuraré en este breve análisis atenerme a los hechos y resumir las
principales consecuencias que, a mi juicio, se derivan de los resultados
electorales de la autonomía catalana.
El
primer aspecto que conviene tener presente es, precisamente, que han sido unas
elecciones autonómicas, pues hoy por hoy, y pese a quien pese, Cataluña sigue
siendo una comunidad autónoma. De ahí se deriva que toda extrapolación de lo
sucedido en Cataluña al resto de España entra en el terreno de la especulación,
o de los deseos o temores de quienes así elucubran.
Un
segundo dato de crucial importancia es la elevada abstención, que se cifra en un
46,5 % del censo, y que ha podido deberse al miedo a contagiarse. Pero es
evidente que si el separatismo contara con el 80 % de la población catalana,
como alardean algunos líderes independentistas, no se habrían quedado en casa
ese elevado porcentaje de catalanes. Y solo el 26,7 % de los censados han
apoyado a ERC, Junts y la CUP, mientras que en las elecciones de 2017 esos tres
partidos consiguieron el 37,4 % de los votantes.
En
tercer lugar, el excelente resultado del PSC, que ha obtenido 33 escaños, o
sea, 16 más que en las elecciones de 2017, no va a permitir a Salvador Illa
erigirse en presidente de la Generalitat y formar gobierno. Su victoria puede
compararse a la de Ciudadanos en los últimos comicios, en los que ganó las
elecciones con 36 diputados, con la diferencia de que Inés Arrimadas no se
presentó a la investidura y sí lo hará el candidato socialista.
En
cuarto lugar, la debacle del PP, con ser sonada, no quiere decir que el partido
de Casado tuviera antes algún peso en la política catalana. Escasa diferencia
hay entre contar con 3 escaños en vez de 4. En cambio, el triunfo de Vox, que
ha entrado por primera vez en el Parlament con 11 escaños, sí permite al
partido de Abascal y Garriga como cuarta fuerza parlamentaria ejercer una
significativa oposición desde una postura constitucionalista.
¿Repercusión
de los resultados de estas elecciones en el resto de España?
Que
los defensores de la unidad de nuestra nación estén tranquilos: los
independentistas, a pesar de que se jactan de que “lo volverán a hacer”, a lo
más que se atreverán es a anunciar que “el pueblo catalán desea una Cataluña
independiente en forma de República”, como ya hizo Carles Puigdemont el 11 de
octubre de 2017 para, a renglón seguido, dejar en suspenso dicha declaración. Y
a los pocos días, después de que se aplicara en la comunidad autónoma de
Cataluña el 155, fugarse a Bélgica, donde continúa, lamentándose de que su
partido haya cedido a ERC el primer puesto del pelotón independentista. Sánchez
seguirá durmiendo en la Moncloa, dialogando con ellos, pero sin poderles dar el
derecho a la autodeterminación que reclaman.
No hay comentarios:
Publicar un comentario